Las únicas luces que quedan
Durante estos tiempos de fuerte austeridad, en la casa solo tenemos bombillos en una habitación y en el baño, nos quedará usar velas para otros sitios, mientras que en mi dormitorio conservo la casi nunca usada lámpara de trabajo... Ahora si, para ser encendida con frecuencia.
La alacena tiene algunos alimentos extranjeros que envía el gobierno como arroz, lentejas, leche, harina de maíz entre otros; en la nevera agua hervida, pescado, algunas hortalizas y un puñito de pasta de chorizo... Eso tratamos de administrarlo para dos o tres semanas.
Con relación a nuestros productos de higiene personal: el champú anticaspa lo intercambié por aplicación de limón, unos desodorantes que estiramos como una goma o a veces los preparamos con viejos perfumes, cremas y talcos, en cuanto a las afeitadoras tienen sus hojillas deterioradas cumpliendo a duras penas su trabajo de raspar el agotado rostro.
Mi vestimenta va ligada al peso... Una vecina de Tacarigua nos ha cobrado por colocarle pinzas a los pantalones y parches en la entrepierna. Ropa que no me quedaba, ahora la he desempolvado. Incluso, he agradecido la caridad de algunas amistades al regalarme ropa en especie de trueques. ¡Los zapatos! Tres pares desgastados y en busca de un zapatero que los consuele.
Algunos dirán que nos hacía falta pasar por esta crisis para entender luego de gozar algunas mieles, lo maligno que es nuestro rentismo petrolero, la dependencia a las importaciones de casi todo y esa cultura de la ovación a los corruptos, burócratas y vende patria. También hemos entendido que nos rodean a nivel internacional miles de vampiros corporativos que desean las riquezas que tenemos en nuestra tierra y que son capaces de presionar hasta hacer implosión un Estado.
Lo cotidiano: dejé mi trabajo como periodista. Una colega de dilatada experiencia decía "es regalar el trabajo, luego de atravesar una odisea". Agradezco a mi padre, porque en la mayoría del tiempo que estuve en el empleo me pudo trasladar con su desgastado carro o la moto (hoy en cuatro bloques), cuando me tocaba usar el transporte "público"; luego de alistarme caminaba cinco cuadras de carretera de tierra, 15 más de pavimento y venía la parte peligrosa, cruzar los dos tramos de la avenida Juan Bautista Arismendi para lograr montarme en un autobús repleto o peor, en una "perrera".
Ese primer transporte me dejaba en Porlamar, de esa ciudad debía buscar otro vehículo hacia La Asunción... Llegaba al trabajo a las 8:45 - 9:20 am, las notas que podía redactar, la programación de redes sociales, las pautas cercanas tenían que ser cumplidas antes de las 2:45 - 3:15 pm para poder repetir el regreso a casa, que tenía la variante trágica del colapsado terminal de autobuses. Sin describir mucho la agonizante situación con el dinero en efectivo para poder pagar el servicio de deporte extremo.
El compartir laborar en las horas poco productivas, era muy ameno lleno de risas y ocurrencias propias del venezolano para olvidarnos de los precios de una vida sin calidad. A la hora del almuerzo, una de las dos o únicas comidas que algunos podíamos degustar, era similar la conversa.
¿Cómo continuar, si ahorrar, es una palabra suprimida del diccionario nacional? Recuerdo que mis quincenas algo mayor al sueldo mínimo, se iban en dos o tres productos en el "súper" mercado. Me encanta mi trabajo, pero ese amor no puede estar por encima de sobrevivir la guerra. Replantear, buscar algo cercano o quizás explorar la opción de abandonar el país. Al final del año, quizás la satisfacción hubiera sido cumplir con mi labor, solo eso.
Hoy, puede haber oscuridad en Venezuela, pero las únicas luces que quedan son nuestra conciencia, nuestra perseverancia y nuestro valor al denunciar lo mal hecho, la corrupción, la inacción, a los oportunistas en los altos cargos que destruyen lo poco que podría ejecutar el mandatario.
Entre esperanza y miedo: nadie nos quita ese deseo de ver mejoría, que te alcance el salario para alimentos, medicinas, repuestos, ahorro y recreación, que el producto de tu trabajo no sea para invertirlo en poder ir a trabajar. Por otro lado, está el temor de un evento violento que fulmine al gobierno y que entremos en fase de post guerra, nada alentadora y llena de mayor anarquía en las calles.
Hasta ahora, no hay signos reales y concretos del rescate paulatino de la calidad de vida. Esta crónica, es de mi núcleo familiar, pero lamentablemente hay contextos peores: con gente enferma sin acceso a medicinas, viviendo en basureros, agudización de violencia integral, deserción educacional... Quise omitir los ejemplos de corrupción porque están a la vista, la otra cara de la moneda oscura, gente en altos cargos incluso algunos "constituyentes" bañándose en licor, comiendo bien y para colmo publicándolo con su iPhone en las redes sociales.
"El pueblo es sabio y paciente"
Alí Acosta Vicent
@acostaali
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